Las banderas revolucionarias se enarbolan en cada victoria popular
El 5 de agosto está marcado en la historia del pueblo cubano. Han sido varios los sucesos trascendentes que han acaecido el quinto día del octavo mes del año en este archipiélago caribeño. Un día como hoy, hace 34 años, fueron depositados en el Mausoleo El Cacahual los restos de Juan Fajardo Vega, miembro del Ejército Libertador que falleció el dos de agosto de 1990, a la edad de 108 años.
Pero aquella no fue una ceremonia solo para honrar al último Mambí, fue un momento para que los cubanos ratificaran su voluntad y determinación de ser consecuentes con la sangre derramada por la libertad y soberanía de la Patria.
Un mensaje escrito en aquella jornada y leído 28 años después, el 10 de octubre de 2018, en la celebración del 150 aniversario del inicio de las luchas por la Revolución Cubana, expresaba:
“Los cubanos de 1990 vivimos tiempos difíciles. Queremos que ustedes, los que ahora son niños o adolescentes y los que aún no han nacido, conozcan nuestra firme determinación: no claudicaremos, no traicionaremos, no nos rendiremos jamás. Seremos y confiamos en que ustedes serán herederos y continuadores del espíritu inmortal de Baraguá”.
En el mensaje se reconoce, además, que el camino no ha sido fácil y que “el imperialismo no podrá restablecer nunca su dominación y su sistema explotador sobre Cuba. Confiamos en nuestra moral y nuestra fuerza y ningún sacrificio nos parecerá demasiado grande para preservar la independencia, la obra de justicia social, emancipación y prosperidad, los principios, la dignidad y el honor de la Patria”.
Son líneas de sobrada confianza en las nuevas generaciones de cubanos, esas que han sabido ser consecuentes y que se ha consagrado a la Revolución. Así lo evidencia su papel en la ciencia, la economía y la defensa de la Patria.
Fue precisamente un 5 de agosto cuando las voraces llamas en la base de supertanqueros de Matanzas encontraron la respuesta decidida de patriotas que se enfrentaron a ellas al costo de sus propias vidas.
Y fue a esas generaciones a las que se les escribió en aquella misiva: “Creemos en ustedes, creemos en el mañana. Todo tiempo futuro tendrá que ser mejor. Cada nuevo tiempo traerá también sus propios desafíos. Recuérdennos como hemos sido: apasionados, imperfectos, pero leales sin vacilación a la causa que llena el sentido de nuestras vidas”.
“Con su inteligencia, su visión y su ejemplo, el compañero Fidel y nuestro Partido nos educaron en la necesidad vital de la unidad nacional y de que en nuestra sociedad prevalezca siempre la virtud y el mérito”.
Y fue justamente esa fuerza moral del Comandante en Jefe y la unidad del pueblo en torno a su líder, al Partido y la Revolución, la que el 5 de agosto de 1994 puso fin a las revueltas fruto del odio inoculado por las mentiras y propaganda contrarrevolucionaria que combinaba con la precaria situación económica de la época debido al desmoronamiento del campo socialista y el bloqueo imperialista.
Al centro de los disturbios llegó Fidel, con la indicación a quienes debían protegerlo que no se disparara ni un tiro y nuevamente el Jefe de la Revolución protagonizó una hombrada que terminó con aquellas protestas, historia ampliamente conocida.
Eso sucedió apenas cuatro años después de aquel mensaje en el que se reconoció los tiempos difíciles que se vivían y a la vez auguró que “de generación en generación pasaron y pasarán las banderas revolucionarias de nuestro pueblo”.
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Orgulloso de vivir los tres momentos mencionados. La Revolución salió de ellos fortalecida y hoy lo será más.