
Sigamos aprendiendo de sus textos y de su legado
Hoy venimos a cumplir un deber muy doloroso: despedir a un compañero muy querido, a un hermano entrañable, a un gran historiador, a un patriota, a un hombre comprometido, honesto, a un estudioso muy profundo de Martí, de Maceo, de Félix Varela y de todos los fundadores de la patria, a uno de esos intelectuales que han estado protagonizando con pasión y lucidez la vida del país en tiempos de Revolución.
Y estoy seguro también de que hemos venido a hacer un compromiso con Eduardo Torres-Cuevas: continuar su obra en defensa de la memoria de nuestra nación, de sus ideales y sus héroes, desde las escuelas, desde las universidades, desde los centros de investigación, desde la prensa, desde todos los medios de comunicación, desde las organizaciones estudiantiles, desde la Sociedad Cultural José Martí y el Movimiento Juvenil Martiano, desde todos los espacios a nuestro alcance.
Ayer, cuando estaba preparando estas notas, busqué el último libro que me regaló, el primer tomo de Memorias de la nación cubana, titulado Formación y liberación de la nación, que cubre el período de 1492 a 1898, publicado por la Editorial Imagen Contemporánea, fundada y dirigida por el propio Eduardo.
Él estaba muy orgulloso de ese libro y de su bella edición. Me explicó cómo se había empeñado a fondo en la gestación de la obra, con el apoyo de Yoel Cordoví y de otros compañeros, y cómo había trabajado con el director artístico de la colección para que tuviera ilustraciones apropiadas y un diseño que permitiera establecer una comunicación fluida con las nuevas generaciones.
Cuando hojeé ayer el volumen, me detuve en la dedicatoria: "A los jóvenes cubanos donde quiera que estén". He tenido grabadas en la mente estas palabras durante las últimas horas. Me resultó muy emotivo que nuestro Torres-Cuevas haya estado recorriendo una vez más la historia de Cuba y exaltando los valores de la cubanía para todos ellos, para todos nuestros jóvenes, estén o no viviendo en su patria.

"A los jóvenes cubanos donde quiera que estén", ante esta dedicatoria tan martiana, tan fidelista, tan generosa, me acordé de Martí en la hora actual de Cuba, aquel texto luminoso de Cintio Vitier, escrito en 1994, en medio de la llamada "crisis de los balseros", donde propuso una cruzada educativa para que la palabra del Apóstol llegara a todos los cubanos, a los que decidían quedarse y a los que decidían irse. Todos son nuestros.
Eduardo me dedicó este primer tomo de Memorias de la nación cubana y me puso, de su puño y letra: "Verás que es una propuesta teórica, metodológica y pedagógica para que se entiendan los procesos sociales, culturales, económicos y espirituales de nuestro pueblo”.
Obviamente, en tiempos de graves retrocesos culturales, de irracionalidad y fragmentación, en medio de tantos intentos de borrar y distorsionar el pasado, Torres-Cuevas quería ofrecer a sus lectores, en particular a los jóvenes, una mirada integral sobre el itinerario de la nación. Aspiraba a que comprendieran los diversos componentes de la identidad cubana y llegaran a asumir la inolvidable definición de Martí: "fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas".
Esta condición de unir, fusionar y convertir el mestizaje en energía y cimiento, es un rasgo que nos diferencia radicalmente de muchos otros países. Y nos diferencia específicamente de los Estados Unidos donde, según Martí, se advierte "un carácter crudo y desigual" donde anidan "todas las violencias, discordias, inmoralidades" y donde "en vez de apretarse los lazos de unión, se aflojan”.
"La nación cubana (nos dice Eduardo en su prólogo a Memorias de la nación cubana) no era una unión de elementos diferentes, era una fusión que creaba una calidad nueva por sus características sociales culturales y espirituales".
Entender en profundidad esta “calidad nueva” de nuestra patria, cuando en el mundo crece el racismo, el supremacismo blanco, el odio y el desprecio contra los migrantes, y asumir cabalmente la definición de Martí de Cuba y de lo cubano, resulta importantísimo para todos, en particular para nuestros jóvenes.
Este proyecto teórico y pedagógico enlaza con una de las preocupaciones centrales de Díaz-Canel: "estudiemos a Martí, siempre que profundicemos en Martí vamos a estar entendiendo mejor a Cuba y a Fidel, estudiemos a Raúl, al Che, bebamos del ejemplo que nos dieron los mambises, los jóvenes que se enfrentaron a las dictaduras de la república". Eso les dijo Díaz-Canel a un numeroso grupo de jóvenes el 24 de febrero de este año, después de participar en el acto en Baire por el inicio de la Guerra Necesaria.
Y el 19 de mayo, en el 130 aniversario de la caída del Apóstol, en otro encuentro con jóvenes en Jiguaní, en Dos Ríos, estuvo Eduardo Torres-Cuevas. Hasta allí fue, a pesar de que sus problemas de salud se habían agravado mucho, y él lo sabía, y allí habló con satisfacción de las iniciativas que había promovido el Movimiento Juvenil Martiano en torno a la fecha y reiteró el concepto de Cuba y de lo cubano de Martí.
Eduardo fue hasta su muerte un colaborador muy cercano de Fidel, de Raúl, de Díaz-Canel, y apoyó a la dirección de nuestro Partido hasta el final de su fecunda vida.
Cuando, en aquellos años tan intensos de la Batalla de Ideas Fidel creó la "Universidad para todos", Torres-Cuevas aportó de inmediato su sabiduría y su larga experiencia docente y se convirtió en el Coordinador del Curso de Historia de Cuba. Sus clases por televisión causaron un gran impacto en la población. Se imprimieron 370 000 ejemplares del tabloide de ese curso. En octubre de 2002, en un acto en el Palacio de Convenciones para para celebrar el primer aniversario de "Universidad para todos", Fidel le entregó a Eduardo una réplica del Martí de la tribuna antiimperialista.
Torres-Cuevas integró la Comisión Redactora de la nueva Constitución, presidida por el General de Ejército, y el grupo de trabajo para la gestación del Centro Fidel Castro Ruz.
Dirigió, entre otras instituciones, la Casa de Altos Estudios Fernando Ortiz, la Biblioteca Nacional, la Academia de la Historia de Cuba, la Oficina del Programa Martiano, la Sociedad Cultural José Martí. Fue hasta su muerte Diputado a la Asamblea Nacional. Aunque era un verdadero erudito y tenía una vocación arrolladora por el estudio y la investigación, no se encerró jamás entre libros y archivos. Todo lo contrario, puso su talento y su cultura al servicio de la patria, aceptó y cumplió todas las misiones que le dio la Dirección de la Revolución y se entregó a ellas con lealtad, dedicación y fervor.
Torres-Cuevas nos deja su vasta obra y un ejemplo admirable como revolucionario, como intelectual, como maestro, como martiano, como fidelista, como luchador anticolonial y antiimperialista.
En su Testamento ante notario dejó fijado en la cláusula Décimo Tercera (hablando de sí mismo en tercera persona): “Que amó a Cuba por sobre todas las cosas, que le entregó lo mejor de sí, y que solo lamenta abandonarla en tan difíciles circunstancias”.
Estas conmovedoras palabras, dictadas por un hombre que se sabe muy próximo a morir, expresan con sobrada elocuencia su estatura como patriota y como revolucionario cubano.
Sigamos aprendiendo de sus textos y de su legado. Es la menor manera de honrar su memoria y de continuar su obra.
Reitero mis condolencias a su esposa Patricia, a sus hijos y demás familiares, a sus alumnos, a sus compañeros de la Universidad de La Habana y de las instituciones martianas.
Un fuerte abrazo a todos.
Haz un comentario