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Si de subjetividad se habla. Soy cubano

Francisco Delgado Rodríguez
PCC
Este relato personal viene al caso ante la siempre necesaria, urgente puede decirse, necesidad de rebuscar en nuestra espiritualidad, en nuestros conceptos de la vida y del propio de cursar de la nación cubana.

¿Por qué sentirse orgulloso de ser cubano? ¿Cuál es la especificidad que tributa a la auto estima colectiva, de generación en generación?

 

Estaba participando por allá por el 2008, en una emotiva conmemoración de un aniversario del asalto al cuartel Moncada, en Usuahia, la capital de Tierra del Fuego, la provincia más septentrional de Argentina. Al terminar el acto, se me acercó una señora, a medianía de su edad, me pidió permiso y me tocó ligera y discretamente el brazo.

El gesto pudo pasar inadvertido si simplemente se hubiera acercado a saludar. No, la señora se tomó el trabajo de explicar comedidamente que su propósito era únicamente “tocar a alguien nacido en Cuba” a “un cubano”.

Aquello realmente me dejó en una pieza; por qué a alguien que vive prácticamente más cerca del Polo Sur que cualquier otro lugar habitable, se sintió emocionada por conocer a un cubano. Cuánta leyenda, cuánta épica le había llegado a su mundo semi helado, sobre Cuba. Impresionante.

Este relato personal viene al caso ante la necesidad de rebuscar en nuestra espiritualidad, en nuestros conceptos de la vida y del propio decursar de la nación cubana.

¿Por qué sentirse orgulloso de ser cubano? ¿Cuál es la especificidad que tributa a la autoestima colectiva de generación en generación?

Ciertamente este archipiélago, la porción más grande del arco de las Antillas, conoce de una historia, puede decirse de una suerte muy particular, de tener individuos y acontecimientos prácticamente únicos, al menos en su entorno geográfico y también más allá.

La existencia de Carlos J. Finlay y José Raúl Capablanca; fueron una especie de premonición en lo que los cubanos se distinguirían después. Ambos de fines del siglo XIX, ambos en el contexto de un confuso escenario sociopolítico, caracterizado por la irrupción del imperio norteamericano en las gestas libertadoras. Finlay descubrió, nada menos, al agente transmisor de la fiebre amarilla; Capablanca, adquirió alta fama como campeón mundial de ajedrez hacia 1920.

Tiempo después, a partir de la Revolución,   Cuba se convertiría en una   especie de potencia médica, en particular por los resultados científicos en esta materia, de lo que da fe, por ejemplo, las más de 10 millones de dosis de vacunas aplicadas para mitigar la Covid-19; y también en una potencia deportiva, acumulando la mayor cantidad de preseas panamericanas entre los países latinoamericanos y caribeños, en la historia de estas lides.

La Revolución y los procesos políticos y militares asociados vinieron a exponer en una dimensión muy especial, esta peculiaridad de ser cubano.

El revolucionario mayor, el Apóstol José Martí, es tal vez el ejemplo más inabarcable; genio y figura de la política continental, único en su cortísima edad en lo que a producción literaria y ensayística se refiere. Las obras publicadas de Martí suman 29 tomos; imagine Ud., 29 tomos en 42 años de vida. Asumiendo que comenzó a escribir con valor literario a los 16 años, promedió prácticamente un tomo anual. Sorprendente, y escrito con una pluma de ganso o algo parecido, nada de laptop, nada de Internet. 

También en este terreno se distinguieron otros intelectuales, que tributaron a la conformación de corrientes literarias universales y a enriquecer el idioma castellano, evocamos a Carpentier; a Roa; al creador autorizado de palabras, Lezama; Martínez Villena; Guillén, el poeta de la negritud y un largo etc.

Sin dudas, en la cima en cuanto a elaboración intelectual, política y militar está el fundador y líder histórico de la Revolución, Fidel, a secas, como todos le conocemos. Solo comparable con Martí, de quien fue reconocido discípulo. Fidel nació en un lejano lugar del oriente cubano, especie de Belén criollo. Sí, Belén, donde se dice que nació Cristo, que está en la Palestina ocupada, es bueno recordarlo porque en ocasiones, todo tiene que ver con todo.

Fidel y sus compañeros de lucha trascienden a Cuba, se ha dicho muchas veces. La estatura como estadista que le distinguió sin proponérselo, hizo que su país le quedara chiquito; emuló como pocos  con los grandes pensadores del marxismo leninismo, fundamentos de una nueva filosofía y de una nueva manera de ver las ciencias; y referenciado en ese método, Fidel hizo de la praxis el criterio de la verdad.

Del entorno de sus compañeros revolucionarios vale la pena resaltar la figura del Che, que era el Dr. Guevara hasta que bajó de la Sierra Maestra, convirtiéndose en el Che universal. Y con el Che está Korda, el fotógrafo que generó la imagen más reproducida en la historia de las imágenes a nivel mundial.

Pero el impacto de la obra de Fidel, de la Revolución cubana, se ve más claramente en que resulta ser el espacio fecundador de múltiples singularidades de alcance universal.

¿Qué decir de la excepcionalidad de una bailarina como la Alonso?, solo téngase en cuenta que el ballet clásico allí donde ha brillado, tiene detrás siglos de tradición; con Alicia se rompió el esquema, hasta se creó la Escuela Cubana de Ballet. Increíble.

Siempre en este terreno, la música creada en este archipiélago fue y continúa siendo otra gran especialidad, incomparable fusión de lo andaluz/ibérico con lo africano; ¿qué podía salir mal de esa mezcla asombrosa?, es la pregunta.

Por ahí aparece Silvio y el fenómeno de la Nueva Trova; casi 600 obras, en su mayoría tarareadas por millones de seres. La genialidad de Titón -Tomás Gutiérrez Alea- y el resto de los padres fundadores del cine revolucionario moderno, suman personajes únicos, contundentes en su coherencia y en la ética revolucionaria.

Y cuánto de increíble el haber alfabetizado a casi el 57% de todos los adultos del país, en menos de 12 meses; se dice así de fácil, queda tan lejos en el tiempo la hazaña, que resulta complicado entender sus dimensiones.

Del deporte bien puede exponerse un ensayo de virtuosismo exclusivo; limitadamente hablemos de las morenas del Caribe, de Mijaín López, campeón mundial de lucha las veces que ha querido, y el inalcanzable récord de salto de Sotomayor, quien aún nos mantiene en las alturas.

Sobre la ciencia ya hemos hablado; solo recordar que el primer cosmonauta, de origen latinoamericano, nació y se formó acá. Es cierto que viajó a las estrellas gracias a la generosidad de la URSS, pero a Tamayo nadie le quita el mérito.

En este aspecto, volvemos sobre las ciencias médicas. Póngase a pensar que talante hay en Cuba, convertido a pesar de su subdesarrollo en un referente de algo sobre el que apenas, Finlay mediante, existía antecedente o tradición. Solo por esa hazaña de la medicina revolucionaria, este país merecería un Premio Nobel, pero bueno, ese sería otro mundo.

Asombra también que acá se desarrollara pioneramente en el mundo una industria biotecnológica. Primero en California, 1976, después al oeste de La Habana, 1986. Que los norteamericanos lo hicieran, era lógico, pero Cuba: es asombroso.

Está desde luego el personaje anónimo, el pueblo cubano, un inmenso e irredento colectivo, donde sus miembros se superan asimismo cotidianamente, como si fuera algo natural, sin apenas darse cuenta de su proeza.

Y todo eso en medio de una cruel agresión militar, mediática y el bloqueo norteamericano, omnipresente. Resistir y prosperar en medio de tanta hostilidad del vecino imperial, con infinitos recursos para lograr sus innobles propósitos, constituye también algo de que sentirse orgullosos, otra extraordinaria singularidad.

La conformación de una subjetividad social es indispensable para la existencia de cualquier proceso político; siempre fue así pero lo es más en uno de tipo revolucionario, socialista, llamado a transformar conscientemente toda una formación económica y social.

El socialismo que se construye en Cuba, un viaje a lo ignoto, diría Raúl, a secas como le conocemos todos, tiene a su favor esa subjetividad que aquí hemos destacado. Tamaña historia es un desafío, pero también nuestro más preciado referente en todos los órdenes.

Visto en perspectiva, decir que sí se puede, no es una retórica, fue y resulta ser la tradición en esta pequeña isla indómita, difícil de seguir, complicada de entender, orgullosa de su historia y de sus logros.

Modestia y aparte. Felicidades por los primeros 65 años del triunfo de la Revolución.

Palabras clave
Cuba_Orgullo_Cubanos

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