La Unidad: Un legado de Jimaguayú para la sociedad cubana actual

A lo largo del proceso revolucionario, Cuba ha experimentado una constante búsqueda de unidad y autodeterminación, plasmada en cada una de sus cartas magnas y asambleas constituyentes. Estos documentos, surgidos del ejercicio democrático y participativo, han establecido las bases para la creación de un Estado soberano, reflejando la diversidad cultural y social del país.

La Asamblea de Jimaguayú, celebrada en Camagüey del 13 al 18 de septiembre de 1895, se erige como un hito en este proceso. En un momento crucial de la lucha por la independencia, la Asamblea no solo dotó a la República en Armas de un gobierno para dirigir la guerra contra el colonialismo español, sino que también estableció una Constitución provisional que marcó un avance significativo en la organización gubernamental. A diferencia de la Asamblea de Guáimaro, Jimaguayú logró un equilibrio crucial entre los factores políticos y militares, sentando las bases para una estructura de gobierno más sólida y representativa.

Compuesta por 24 artículos, la Constitución provisional de Jimaguayú, declaró la separación de Cuba de la monarquía española y su constitución como Estado libre e independiente, con un gobierno propio bajo el nombre de República de Cuba. Este documento marcó un paso trascendental en la historia, consolidando su identidad como nación y su aspiración a la autodeterminación.

Más allá de su significado histórico, Jimaguayú nos ofrece una lección vital para la sociedad cubana actual: la importancia de la unidad. La Asamblea simbolizó un esfuerzo conjunto para liberarse del colonialismo español, demostrando que la cohesión puede ser la clave para enfrentar adversidades. En un contexto actual marcado por desafíos económicos, sociales y políticos, la unidad se vuelve un imperativo para el desarrollo y progreso del país.

La figura de Fidel Castro destaca en este contexto, ya que su liderazgo y su incansable lucha por la unidad del pueblo cubano fueron fundamentales durante el proceso revolucionario. Fidel promovió la idea de que solo a través de la unidad se podría alcanzar la verdadera independencia y justicia social. Su capacidad para aglutinar a diversos sectores de la sociedad, desde campesinos hasta intelectuales, permitió construir un frente común en la lucha contra el régimen dictatorial de Batista. La unidad, para Fidel, no era solo un principio, sino una estrategia esencial para enfrentar los retos del momento y forjar un futuro más equitativo para todos los cubanos.

La diversidad de opiniones y experiencias que conforman la sociedad cubana, lejos de ser un obstáculo, puede convertirse en una fortaleza si se canaliza hacia un objetivo común: el bienestar de la nación. La unidad no implica uniformidad, sino la capacidad de dialogar, encontrar puntos en común y construir consensos para abordar los problemas que aquejan al país.

La escasez de recursos, la migración, las campañas de subversión y manipulación en redes sociales, son solo algunos de los desafíos que demandan un enfoque colaborativo. La historia de Jimaguayú nos recuerda que, a pesar de las diferencias, el trabajo conjunto puede generar cambios significativos.

Hoy, los cubanos tienen la oportunidad de construir una sociedad más inclusiva y solidaria, donde cada voz sea escuchada y cada aporte valorado. La unidad se convierte en un llamado a la acción, a la participación activa y al compromiso con el futuro del país.

Al recordar la Asamblea de Jimaguayú, se reitera la necesidad de fortalecer la unidad, una idea que también ha sido impulsada por el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Solo a través de la unidad, se podrán superar los desafíos y avanzar hacia un futuro más prometedor para todos los cubanos.