La Protesta de los Trece: la joven intelectualidad contra el status quo neocolonial

Uno de los hechos más trascendentales que se produjeron contra el gobierno de Alfredo Zayas fue la Protesta de los Trece, el domingo 18 de marzo de 1923, en La Habana. Protagonizada por Rubén Martínez Villena, ha sido considerada como la expresión política fundacional de los intelectuales cubanos contra la situación neocolonial.

La llamada Protesta de los Trece ocurrió en la Academia de Ciencias. Allí el Club Femenino de Cuba había preparado un homenaje a la uruguaya Paulina Luissi, escritora y activista feminista. El discurso de saludo debía ser pronunciado por Erasmo Regüeiferos, secretario de Justicia del gobierno de Zayas y uno de los implicados en la cuestionada compra-venta del Convento de Santa Clara.

En ese contexto, 15 jóvenes del Grupo Minorista —que agrupaba a Juan Marinello, Emilio Roig de Leuchsenring, Alejo Carpentier, Jorge Mañach y José Zacarías Tallet, entre otros creadores de las ciencias sociales, artistas y literatos, a favor de las causas más nobles—, conocedores del evento, se presentaron para denunciar la inmoralidad gubernamental.   

A pesar de las fingidas acciones de Zayas por establecer la honradez en el ejercicio del poder, su periodo de gobierno se caracterizó “por una profunda desmoralización y corruptela administrativa”, según se lee en el texto La neocolonia. Organización y crisis desde 1899 hasta 1940, del Instituto de Historia de Cuba. Uno de los mayores escándalos fue, precisamente, en torno al Convento de Santa Clara.

El 10 de marzo de 1923 Zayas había dictado un decreto autorizando la compra del antiguo convento. Así, el Estado pagó $2 300 000 por el inmueble; pero, años atrás, en plena “danza de los millones”, había sido vendido por sus propietarios a una empresa particular en menos de un millón. No era lógico que en una época de depauperación económica —como lo fue la del mandato de Zayas—, en la que supuestamente el gobierno hacía esfuerzos por reducir gastos, se pagara mucho más de lo que la propiedad valía.

El decreto presidencial estaba refrendado, además de por el mandatario, por el secretario de Justicia y no por el de Hacienda, quien se negó. De hecho, ha trascendido que algunos miembros del gabinete negaron que la transacción se hubiera autorizado por el Consejo de Secretarios. En términos generales, el negocio tuvo la repulsa popular.

Por ello, cuando Erasmo Regüeiferos pronunció las primeras palabras de homenaje a Paulina Luissi, fue interrumpido por Villena. Este joven le negaba autoridad moral para hablar ante aquella concurrencia. Instantes después, se retiró del salón junto a sus amigos, en lo que ha sido reconocido por la historiografía como un acto de rebeldía y civismo.

Poco después, Villena dirigió una carta pública a Hortensia Lamar, organizadora del acto, en la que pidió disculpas por la interrupción. Esta misiva y un manifiesto que ratificaba las acusaciones contra la deshonestidad estatal aumentaron la repercusión del hecho del 18 de marzo. El segundo de los documentos fue firmado por trece de los minoristas, cifra que dio nombre al suceso. De acuerdo con un trabajo de la profesora Ana Cairo, el poeta español Ángel Lázaro y el doctor Emilio Teuma participaron en la interrupción, pero no suscribieron el manifiesto.

La Protesta de los Trece resultó un hecho trascendental. En lo inmediato, dio lugar a la fundación de la Falange de Acción Cubana, el primero de abril de 1923. Además, evidenció la existencia de una nueva generación de intelectuales cubanos, con un pensamiento progresista, que se opondría al status quo neocolonial.