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Foto: Tomada de Radio Habana Cuba

La injerencia de Estados Unidos en la guerra hispano-cubana

Ariel Pazos Ortiz
PCC
Con el armisticio entre España y Estados Unidos del 12 de agosto de 1898, el pueblo cubano y sus instituciones revolucionarias quedaron a un lado. La Mayor de las Antillas  no fue reconocida como vencedora.

Tradicionalmente se asume el 25 de abril de 1898 como fecha de inicio de la conflagración hispano-cubano-norteamericana porque ese día Estados Unidos declaró la guerra al debilitado imperio español.

Este nuevo capítulo de la historia de las luchas de Cuba por su independencia tomaría características nunca vistas en los 30 años anteriores, desde sus inicios en 1868 hasta ese momento. Sobre el mismo terreno de operaciones militares confluirían, además del ejército colonial y el Ejército Libertador, las tropas de intervención de un gobierno que se mostraba ambiguo respecto al futuro de Cuba.

Pocos días antes, el 20 de abril, el presidente de Estados Unidos, el republicano William McKinley, había ratificado con su firma la Joint Resolution, más conocida en la historiografía cubana como Resolución Conjunta por su traducción al castellano. El artículo primero de este documento afirmaba “que el pueblo de la isla de Cuba es y de derecho debe ser libre e independiente”; pero dejaba al gobierno norteamericano un margen de discrecionalidad en su futuro actuar respecto a la Mayor de las Antillas. La Resolución Conjunta —es decir, el instrumento jurídico rector de la intervención yanqui en el conflicto insular—, no hacía reconocimiento a la República en Armas ni a otra institución de los revolucionarios cubanos.

Estos entresijos de la política norteamericana —que enmascaraba el afán expansionista de los círculos de poder con posiciones de aparente solidaridad hacia el pueblo cubano, víctima del “aborrecible estado de cosas” propiciado por la Corona española— confundieron a los mambises. De manera general, en el campo insurrecto no prevalecieron las suspicacias en torno al rol imperialista que desempeñaría Estados Unidos durante el conflicto armado y una vez culminado este. No vivían José Martí ni Antonio Maceo para encabezar una posición más preclara. Máximo Gómez, por su parte, tenía recelos de los norteamericanos pero, como ha planteado el historiador Luis Fidel Acosta Machado, en ese “aspecto realmente era una figura aislada en medio de la manigua”.

Como consecuencia, los mambises depositaron su confianza en el artículo primero de la Resolución Conjunta y aceptaron colaborar con las tropas yanquis que desembarcarían por Oriente porque vieron en aquella intervención la posibilidad de acelerar la derrota de España. Sin el apoyo del Ejército Libertador la entrada y las posteriores operaciones de Estados Unidos en terrenos cubanos habría sido un desastre. Mucho se ha escrito sobre el importante rol desempeñado por las fuerzas del lugarteniente general, Calixto García, durante la guerra hispano-cubano-norteamericana. Por ejemplo, el profesor Acosta Machado ha explicado que “fueron los mambises quienes prácticamente ganaron la guerra, excepto la batalla naval de Santiago de Cuba, que resultó un paseo para los norteamericanos. Los grandes combates terrestres los decidieron las fuerzas antillanas”. 

Con el armisticio entre España y Estados Unidos del 12 de agosto de 1898, el pueblo cubano y sus instituciones revolucionarias quedaron a un lado. La Mayor de las Antillas  no fue reconocida como vencedora. Los intereses nacionales también resultaron excluidos cuando el 10 de diciembre de 1898 se firmó en París el “Tratado de Paz entre los Estados Unidos de América y Su Majestad la Reina Regente de España, en el nombre de Su Augusto Hijo Don Alfonso XIII”.

Esta paz representó para España el fin de su imperio de ultramar, cuyas últimas posesiones fueron entregadas a Estados Unidos. Sin embargo, con el fin de la guerra, los cubanos no obtuvieron aquello por lo que venían vertiendo su sangre hacía tres décadas: la formación de un Estado nacional verdaderamente libre y soberano.

Durante esos meses de 1898, bajo el mismo cielo de balas, cañones y machetes se combatía por distintos intereses. Los objetivos independentistas cubanos no fueron satisfechos y sí los propósitos de expansión de Estados Unidos. 

Palabras clave
Cuba
España
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