
La caída, el rescate y las hombradas tras la muerte de Maceo
Caía la tarde cuando los disparos acaban con la tranquilidad del campamento del Lugarteniente General Antonio Maceo. El estratega militar y el combatiente feroz que había protagonizado días atrás otra hazaña militar al cruzar la trocha Mariel–Majana, construida en la parte más estrecha de Cuba y en la que 3 000 soldados reforzaban las alambradas, fortines y pozos.
A escasos metros del Cuartel General mambí, ubicado en los predios del actual municipio Bauta, en Artemisa, una notable fuerza española amenazaba a las tropas insurrectas.
En el lugar donde cayó Maceo y su ayudante Panchito Gómez Toro conversamos con Luis García Varona, historiador del complejo monumentario “Antonio Maceo”.
Cuatro regimientos colonialistas se encontraban a unos escasos 80 metros, asegura García Varona, parado junto a la estrella que marca el lugar donde cayó el Titán de Bronce, en lo que entonces era la Finca Bobadilla. Maceo, montado en su caballo, e imposibilitado de mayores movimientos debido a la vegetación y las alambradas de la zona, se convirtió en un blanco fácil y tras un concentrado de fuego enemigo, dos impactos de bala lograron lo que una veintena no habían conseguido al impactar su fornido cuerpo.
La caída de Panchito |
Unos días antes, cuenta el historiador, Francisco Gómez Toro resultó herido en un combate cerca de la Loma de la Gobernadora, en Mariel. Para el fatídico 7 de diciembre de 1896, Panchito tenía un cabestrillo en el brazo izquierdo y al verlo, Maceo lo rebaja de servicio.
Pero el amor a la Patria y la gran lealtad del joven de apenas 20 años se hicieron evidentes al enterarse de la caída en combate del Lugarteniente General. Su reacción fue salir inmediatamente a salvarlo o rescatar el cuerpo, una tarea que teniendo en cuenta la complexión física de Maceo y lo adversa de la situación era prácticamente un suicidio.
Al ver el fracaso de su empresa, Panchito decide quitarse la vida; junto al cadáver del Titán, antes que caer en manos de los enemigos, y con sus últimas fuerzas escribió una carta de despedida:
“Por no caer en manos del enemigo me suicido, lo hago con mucho gusto por la honra de Cuba”.
El Rescate y el pacto de silencio |
“Es una vergüenza que los españoles se lleven el cadáver del General Maceo: ¡Hay que rescatarlo de cualquier manera! ¡El que sea cubano y tenga valor que me siga!”, con estas palabras el coronel mambí Juan Delgado González, alentó a sus hombres en la difícil misión de rescatar los cuerpos de Maceo y Panchito.
Fueron 18 los valientes que lo siguieron y cumplieron la honrosa misión de rescatar los cuerpos, ya inertes, de Maceo y Panchito. Una vez logrado el objetivo, los cuerpos sin vidas fueron llevados hasta el Pozo de Lombillo, donde se lavaron y se les rindió el merecido homenaje a la luz de cuatro velas.
Posteriormente, los restos mortales fueron llevados al Cacahual, donde son entregados al campesino Pedro Pérez, quien junto a sus cuatros hijos los enterraron e hicieron un pacto de silencio. Este juramento solo fue roto para confiárselo a Máximo Gómez, quien al llegar a la zona le mostraron el lugar donde reposaban los restos de Maceo y de Panchito, hijo del Generalísimo.
Un lugar que simboliza la hidalguía de los cubanos |
Tres años después, en 1899, Máximo Gómez decidió señalar el lugar donde cayeron Maceo y Panchito con una cruz de yaba (madera dura y resistente). Posteriormente, en 1919, fue inaugurado el primer monumento al General y su ayudante. En 1954 surgió la idea de crear el campo histórico de San Pedro al Cacahual. Pero no fue hasta el 7 de diciembre de 1986 que se inauguró el Complejo Monumentario Antonio Maceo, proyecto artístico del reconocido escultor José Delarra y el arquitecto Fernando Salinas.
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