Fidel en la ONU: Cuatro momentos de fervor, espíritu revolucionario e inquebrantable moral

La primera presencia del líder histórico Fidel Castro Ruz en la Asamblea General de Naciones Unidas (ONU) nos remonta a la tarde del 26 de septiembre de 1960. De verde olivo se presentó en el plenario de dicho organismo multilateral para pronunciar un vibrante discurso que hizo historia. “¡Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desaparecido la filosofía de la guerra! (APLAUSOS.)

¡Desaparezcan las colonias, desaparezca la explotación de los países por los monopolios, y entonces la humanidad habrá alcanzado una verdadera etapa de progreso!”[1], sentenció el líder cubano. Su alocución en el recinto neoyorquino despertó enorme expectativa al desarrollar ideas acerca de la paz, la lucha contra el colonialismo y el imperialismo, el desarme nuclear, la explotación de los pueblos y especial impacto tuvo su reclamo de que la República Popular China ocupara el escaño que legítimamente le correspondía en la ONU. En tres ocasiones más, regresó Fidel al podio de la ONU.

La segunda vez fue en octubre de 1979 para asistir al XXXIV período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas y exponer el resultado de las deliberaciones y los acuerdos emanados de la VI Cumbre de Jefes de Estado o Gobierno del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL), celebrada con todo éxito entre el 3 y el 9 de septiembre de ese año en La Habana. A diferencia de las presentaciones de 1960 y 1979, en su tercera visita el 21 de octubre de 1995, apenas rebasó los cinco minutos, lo que no le impidió denunciar con la contundencia acostumbrada los principales problemas que afectaban a la gran mayoría de la población mundial.

Cinco años más tarde, en septiembre del 2000, volvió a levantarse su voz, esta vez en las deliberaciones de la denominada Cumbre del Milenio. Como en las ocasiones anteriores, los señalamientos de Fidel se convirtieron en ejes de trabajo, de acción y en torno a ellos encauzó su pensamiento y el actuar de Cuba y su Revolución con los pueblos del mundo. En todas sus presentaciones estuvo vigente el mismo fervor y espíritu revolucionario y su inquebrantable moral que le permitía exponer la verdad y realidad de los pueblos y fulminar, en pleno suelo norteamericano, al gobierno estadounidense, los verdaderos responsables de los principales males que aún hoy sigue enfrentando la humanidad.