Diez componentes del Terrorismo de Estado contra Cuba (Parte l)
El terrorismo de Estado contra Cuba ha causado un profundo dolor y cuantiosas pérdidas económicas. La isla caribeña ha pagado con la vida de 3 478 de sus hijos y las lesiones en otros 2 099 con esta despreciable práctica, que ha usado los métodos más insospechados e inhumanos con el fin de aterrorizar y doblegar a los cubanos.
Protección y auspicio, por parte de las autoridades estadounidenses y la tristemente célebre Agencia Central de Inteligencia (CIA), de organizaciones terroristas en suelo estadounidense
Con el triunfo revolucionario de enero de 1959 comenzó un proceso de transformación económica, política y social en beneficio de la inmensa mayoría de la población cubana, que históricamente vivió en la explotación y la pobreza. Décadas de dominación neocolonial yanqui propiciaron la instauración de gobiernos corruptos y sangrientas dictaduras en las que proliferaron despiadados torturadores.
La redistribución justa de la riqueza y la consolidación de un gobierno nacional e independentista, naturalmente, generó contradicciones con los monopolios extranjeros y la clase explotadora que dominaba en Cuba. Se produjo un éxodo masivo hacia Estados Unidos. En esta primera atapa emigraron mayoritariamente profesionales, miembros de la clase más adinerada y esbirros batistianos, con una macabra hoja de servicio, que lograron escapar de la justicia revolucionaria.
Los recién llegados encontraron en suelo estadounidense las condiciones propicias, dígase: protección, auspicio y preparación para organizarse en bandas terroristas decididas a poner fin a la Revolución cubana.
Poco tiempo después del triunfo surgió la primera organización contrarrevolucionaria creada con apoyo yanqui: La Rosa Blanca. Sus principales miembros eran exmilitares y expolitiqueros apoyados también por el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Comenzaba así una práctica que ha causado inmenso sufrimiento al pueblo cubano y lo ha obligado a preparase para enfrentar cada agresión.
Esta se convirtió en la principal forma de las organizaciones contrarrevolucionarias, a las que la CIA facilitó armas, explosivos y medios técnicos para sembrar el terror en Cuba.
Tiendas como La Época, El Encanto y Flogar fueron objetivos de los saboteadores. De igual manera atentaron contra círculos infantiles, escuelas, teatros y centros económicos. La quema de caña no solo afectó a la economía, también perjudicó gravemente a los campesinos que perdían sus hogares y medios de subsistencia.
El 4 de marzo estalló en el puerto de La Habana el vapor francés La Coubre producto de un sabotaje organizado por la CIA. Otro abominable crimen fue la voladura en pleno vuelo de un avión cubano con 73 pasajeros a bordo, el 6 de octubre de 1976. Un año después, el 12 de octubre de 1977, un incendio de grandes proporciones afectó a la escuela capitalina Valdés Rodríguez, poniendo en peligro la vida de numerosos alumnos.
Como parte de la guerra sucia contra el país caribeño fueron varios los atentados a instalaciones hoteleras con el fin de deprimir una de las principales fuentes de ingresos.
La introducción de enfermedades y plagas fue un método usado por los servicios de inteligencia estadounidenses desde inicios del proceso revolucionario. Entre 1979-1981 la CIA introdujo varias destructivas plagas que afectaron a personas, animales y a cultivos: la conjuntivitis hemorrágica, el dengue, la fiebre porcina, la roya de la caña de azúcar y el moho azul del tabaco.
Solo el dengue hemorrágico, en sus primeras semanas, dañó a 200 000 personas, de las cuales murieron 158, entre ellas, 101 niños. Pero se tienen reportes que entre 1961 y 1962 la misma Agencia Central de Inteligencia organizó la “Operación Mangosta” para enfermar a trabajadores azucareros y dañar la zafra. Otro escalofriante dato es que a consecuencia de la fiebre porcina, introducida en 1972, se debieron sacrificar más de medio millón de cerdos.
Otra variante para sembrar el terror y desatar la subversión interna fue el bombardeo aéreo a zonas pobladas. La primera manifestación de este tipo se produjo el 21 de octubre de 1959. Durante la celebración de la convención de la Asociación Americana de Porteadores de Turismo, aviones procedentes de Estados Unidos ametrallaron a la población con un saldo de 2 muertos y 42 heridos. Estas acciones también se realizaban contra centros económicos estratégicos como centrales azucareros, refinerías y la infraestructura energética. También se empleaban embarcaciones piratas para atacar las costas cubanas.
El secuestro de naves aéreas y marítimas, el asesinato de pescadores y el ataque a buques mercantes con destino Cuba se convirtieron en prácticas habituales.
Al menos 581 actos de terrorismo de Estado se han producido contra sedes diplomáticas cubanas desde 1959. Estos actos, junto a secuestros y asesinatos de trabajadores del servicio exterior cubano se han registrado en 63 países. Ya en fecha tan temprana como 1960, contrarrevolucionarios de origen cubano dirigidos por Estados Unidos, destruyeron el Consulado de Cuba en Miami.
Otro desgarrador suceso ocurrió el 22 de abril de 1976 cuando una bomba colocada por un terrorista al servicio de la CIA dañó la Embajada cubana en Portugal, causando la muerte de Adriana Corcho Y Efrén Monteagudo. Lamentablemente existe un amplio historial de atentados terroristas contra este tipo e instalaciones y su personal en suelo estadounidense.
En 1980 se cometió el brutal asesinato de Félix García en plena calle de Nueva York; y recientemente se han registrado dos ataques, el primero utilizando un fusil y el segundo empleando cocteles molotov, contra la sede diplomática de Cuba en Washington. Once valiosas vidas ha pagado Cuba a consecuencia de esta nefasta práctica.
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