
Antonio Maceo y la invasión de 1895: un capítulo heroico en la historia cubana
Desde el histórico “Mangos de Baraguá” partió el 22 de octubre de 1895 el contingente invasor oriental al mando del general Antonio Maceo. Aquella epopeya fue considerada por muchos especialistas militares de la época como el hecho de armas más audaz de la centuria.
El 29 de noviembre, tras el cruce de la trocha de Júcaro a Morón, Maceo se reencontró con el General Máximo Gómez Báez y, juntas las dos columnas, se dirigieron a La Reforma, donde atendieron los últimos preparativos para emprender la campaña invasora al occidente.
El 1ro. de enero, ya en La Habana, los cubanos acamparon en Nueva Paz y se organizaron en tres columnas -la central, con Gómez y Maceo, y otras dos, a los flancos, al mando de los entonces coroneles Roberto Bermúdez López y Juan Bruno Zayas Alfonso-, para penetrar por el sur y ocupar los pueblos de Vegas, Melena del Sur, Güira, Alquízar, Ceiba del Agua, Caimito, Vereda Nueva, Hoyo Colorado (Bauta) y Punta Brava, que apenas ofrecieron resistencia.

Para llevar a cabo la última etapa de la invasión -Pinar del Río-, los mambises debían atravesar la trocha de Mariel a Majana. Cuatro mil invasores no podrían adentrarse en ese territorio sin que una reagrupación de tropas españolas les impidiera volver. Por eso, Gómez cedió a Maceo la gloria de llevar la invasión hasta el confín de occidente -Mantua-. Mientras, desde territorio habanero, él le apoyaría, atrayendo sobre sí numerosas fuerzas hispanas, aterradas porque la mambisada pretendiera entrar en la capital.
El 7 de enero de 1896, partió el Titán de Bronce con rumbo a Pinar del Río, al frente de mil 560 hombres. Por el sur, avanzaría la columna al mando de Roberto Bermúdez, estrategia que permitió a la fuerza principal, liderada por Maceo, avanzar con mayor rapidez, y que provocó que los españoles no pudieran ubicar con facilidad a los invasores.
Maceo acampó por primera vez en tierras pinareñas el 8 de enero de 1896. Al Lugarteniente General del ejército mambí la prensa española le auguraba un fracaso operativo en la región más occidental de Cuba. Se hacía referencia al desconocimiento de los invasores de la geografía local y a la tendencia proespañola de una parte de los habitantes.
Con la llegada del Ejercito Libertador a Mantua, el 22 de enero de 1896, se liberaba el último lugar habitado en la Isla, se ponía fin a la epopeya protagonizada por la columna invasora, que en 92 días había recorrido mil 797 leguas. Durante el trayecto se libraron 27 acciones combativas, fueron ocupados 22 poblados y capturados 2 mil 120 fusiles, 82 mil 690 proyectiles, tres cañones y 3 mil caballos, completando con éxito la invasión de las provincias occidentales. Fue una extraordinaria victoria estratégica.
La invasión sirvió para persuadir a muchos autonomistas, ricos hacendados e inversionistas extranjeros, de que España no podía garantizar sus intereses económicos ni asegurar la paz política.

Con el arribo de la invasión a Mantua, la contienda adquiría el carácter nacional que no había logrado la Guerra de los Diez Años. El éxito levantó la moral combativa de los patriotas y derrumbó el ánimo de los españoles. Otro golpe demoledor para los colonialistas fue la política de tierra arrasada, que destruyó las hasta entonces intactas riquezas occidentales, con las que los peninsulares financiaban la guerra. La destrucción de las propiedades norteamericanas provocó presiones de Washington sobre Madrid para que pusiera fin a la guerra.
En el terreno militar, a pesar de la superioridad numérica y en armas de los hispanos, los mambises retuvieron la iniciativa estratégica. Por otra parte, se calcula en unos 12 mil hombres el incremento en las filas del Ejército Libertador, que alcanzó una estructura nacional, con unidades en todas las provincias.
Haz un comentario